Una
vez que hemos observado un parte de la realidad en la que vivimos, con respecto
a la pobreza y la educación, podemos encontrar como están relacionados estos
problemas describiendo algunos de los efectos actuales que presentan uno sobre
el otro. Una manera para comprender esto es por medio del "Círculo
fatídico de la pobreza".
Pensemos
en un niño o una niña que nace en un hogar pobre, la falta de recursos
económicos y de una cultura de nutrición influirán para que el niño o niña
presente una enfermedad o un grado de desnutrición. Al ingresar a la escuela no
rinde lo mismo que si esta bien alimentado o alimentada, si su entorno es pobre
la escuela será pobre, por lo que es probable que su educación sea deficiente, o
truncada. Al tener edad para trabajar será contratado de acuerdo a su capacidad
laboral y a su educación, esto significa que su ingreso no será alto,
continuará siendo pobre.
La pobreza es, sobre todo, un indicador de incapacidad social.
Evidencia que una sociedad no ha logrado generar las respuestas apropiadas para
satisfacer sus demandas básicas y que no ha podido articular un sistema
educativo para formar las competencias humanas y sociales que sean las bases de
los procesos de inclusión social. Por eso, más que crecimiento, la angustiosa
necesidad de las sociedades como la nuestra es lograr desatar dinámicas de
desarrollo, y en ello las políticas implementadas en los últimos cincuenta años
han sido decididamente ineficientes. Los modelos utilizados han derivado en un
asistencialismo pertinaz que no sólo ha multiplicado exponencialmente la
pobreza, sino que además ha exacerbado el subdesarrollo de las comunidades
haciéndolas cada vez más dependientes y vulnerables al populismo y al
clientelismo.
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